viernes, 16 de agosto de 2013

Torcaza (Zenaida auriculata)





 
Infinita ternura y devoción demostró la torcaza mientras empollaba su huevo, y pasaba horas y horas sin despegarse de su nido, sin comer y sin beber, para asegurar la vida de su cría. Una vez que el pichón hubo nacido, la torcaza debe preocuparse por alimentarlo. La hembra desempeñó sola todo el proceso de empollado y crianza del pichón, lo cual torna más arduo el trabajo. Lamentablemente, no es fácil que el pichón sobreviva; las aves se enfrentan cotidianamente a muchas amenazas, y la vida del pichón es muy frágil. Pero aquellos que sobreviven a esta etapa de extrema dependencia materna, pronto aprenden a volar (con cuidadas enseñanzas y control de su madre) y a alimentarse solos, y entonces dejan el nido, acompañados de un bagaje muy importante de experiencias para los pocos días de vida que acumulan.
Su pequeño y frágil nido construido con  finas ramas entrelazadas entre sí, es el cálido albergue de los blancuzcos huevos de las torcazas. Los nidos se encuentran generalmente sobre las copas de los árboles, y suelen ser muy fáciles de ver.
La torcaza posee un plumaje gris opaco, con algunas manchas más oscuras en los costados de su cuerpo, sobre las alas, y con un color pardo más claro en su pecho y vientre. Su pico es delgado y largo, de color gris oscuro, y sus patas suelen ser de color carmín. A los costados de su cabeza, la torcaza posee unos característicos orificios auditivos en forma de raya, muy notoria.
Las torcazas son aves solitarias, pues no vuelan ni conviven en bandadas, sino solas. Su dieta se basa en lombrices y pequeñas semillas. Son aves muy comunes en toda Sudamérica, puesto que son originarias de esta región, y se las ve tanto en el campo como en la ciudad, con un alto nivel de adaptación. Éstas hermosas y delicadas aves no migran durante el invierno. Poseen un comportamiento extremadamente calmo, tranquilo. No son para nada ruidosas, se las suele ver caminando por el suelo, buscando alimento, o también posadas en árboles, descansando, transmitiéndonos a nosotros, sus observadores, una alta cuota de serenidad.